El valle del Ebro es una «autopista para la vida», conectando el mundo mediterráneo con las montañas del norte peninsular. Este amplio valle que se esconde detrás de nuestras peñas es una punta de lanza de clima mediterráneo que suaviza el seco y frío clima del interior. Ello ha permitido la colonización de especies mediterráneas animales y vegetales aguas arriba del Ebro a lo largo de miles de años, como el pino carrasco, la coscoja, la jara rosa o la cabrilla, especies frecuentes en nuestro monte bajo. Otras, sin embargo, han alcanzado nuestras latitudes en tiempo récord, como la almeja china (Corbicula fluminea) o el mejillón cebra (Dreissena polymorpha), especies exóticas e invasoras.